En estos días de protestas del campo recordamos una de las frases más certeras que hemos escuchado en los procesos participativos que venimos realizando en 3CS en los diversos territorios rurales para los que trabajamos. “Sin un campo vivo y revitalizado es imposible enfrentarse a la despoblación”.
El razonamiento es muy lógico: Si el sector agro es el mayoritario en las zonas rurales más o menos despobladas, entonces gran parte de las soluciones han de provenir, obviamente, de cómo hace las cosas ese sector y qué proponen las instituciones para apoyarlo.
¿Qué aporta el campo a las estrategias para revertir la despoblación? Precisamente el sector agro puede influir a través de los grandes protagonistas de las políticas para hacer frente al despoblamiento de los territorios: Los jóvenes.
Según los datos ofrecidos por los sindicatos agrarios se necesitan 200.000 jóvenes en España para hacer frente al relevo generacional; pero no cualquier joven. Los jóvenes que deben pilotar el tan indispensable relevo generacional tienen que ser jóvenes formados y formadas. De hecho, ya lo están siendo, los agro- millennials del campo están más formados que sus homólogos urbanitas. Protagonizan la digitalización del campo, su tecnificación y, por tanto, una propuesta que logra dos objetivos fundamentales: La diferenciación de nuestro producto nacional frente a otros mercados, es decir, mejora la competitividad del sector y, por otro, hacen una propuesta de agricultura que, sin duda, es más respetuosa con el medio ambiente, lo cual encaja con el gran reto del Pacto Verde Europeo.
Estos jóvenes que digitalizan el campo, hablan de: Agricultura de precisión, de aprovechamiento de nutrientes, uso de drones, mejoras en la explotación y uso del agua, estudio de madurez del producto pre cosecha, control de trazabilidad, tractores inteligentes… Es decir, son los protagonistas también de lo que desde 3CS estamos impulsando con el concepto de Smart Village.
Y, además, estos jóvenes están logrando romper un muro construido lamentablemente a lo largo de las últimas décadas y que afecta al imaginario colectivo: “Quedarse o volver al pueblo es un fracaso”. Por contra, vivir en un pueblo, vivir del campo no es un modo de vida denostado, es una opción de vida de gente formada, cualificada e inteligente a quienes tenemos mucho que agradecer por lo que aportan a la riqueza, la generación de empleo en el mundo rural, la ampliación del tejido empresarial directo e indirecto y la cohesión de nuestro país. Ellos y ellas, los jóvenes que pueblan nuestro mundo rural y digitalizan el campo se merecen nuestro respeto y el apoyo unánime de las administraciones por todo lo que hacen para la sostenibilidad de nuestra sociedad.